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Pedro Antonio de Alarcón / El sombrero de tres picos


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El sombrero de tres picos

Novela corta o cuento largo.
 

Historia verdadera de un sucedido que anda en romances, escrita ahora tal y como pasó

I

De cuándo sucedió la cosa

Comenzaba este largo siglo, que ya va de vencida. No se sabe fijamente el año: solo consta que era después del de 4 y antes del de 8.

Reinaba, pues, todavía en España Don Carlos IV de Borbón; por la gracia de Dios, según las monedas, y por olvido o gracia especial de Bonaparte, según los boletines franceses. Los demás soberanos europeos descendientes de Luis XIV habían perdido ya la corona (y el Jefe de ellos la cabeza) en la deshecha borrasca que corría esta envejecida parte del mundo desde 1789.

Ni paraba aquí la singularidad de nuestra patria en aquellos tiempos. El Soldado de la Revolución, el hijo de un oscuro abogado corso, el vencedor en Rívoli, en las Pirámides, en Marengo y en otras cien batallas, acababa de ceñirse la corona de Carlo Magno y de transfigurar completamente la Europa, creando y suprimiendo naciones, borrando fronteras, inventando dinastías y haciendo mudar de forma, de nombre, de sitio, de costumbres y hasta de traje a los pueblos por donde pasaba en su corcel de guerra como un terremoto animado, o como el «Antecristo», que le llamaban las Potencias del Norte... Sin embargo, nuestros padres (Dios les tenga en su santa Gloria), lejos de odiarlo o de temerle, complacíanse aún en ponderar sus descomunales hazañas, como si se tratase del héroe de un libro de caballerías, o de cosas que sucedían en otro planeta, sin que ni por asomo recelasen* que pensara nunca en venir por acá a intentar las atrocidades que había hecho en Francia, Italia, Alemania y en otros países. Una vez por semana (y dos a lo sumo) llegaba el correo de Madrid a la mayor parte de las poblaciones importantes de la Península, llevando algún número de la Gaceta (que tampoco era diaria), y por ella sabían las personas principales (suponiendo que la Gaceta hablase del particular) si existía un estado más o menos allende el Pirineo, si se había reñido otra batalla en que peleasen seis u ocho reyes y emperadores, y si Napoleón se hallaba en Milán, en Bruselas o en Varsovia... Por lo demás, nuestros mayores seguían viviendo a la antigua española, sumamente despacio, apegados a sus rancias* costumbres, en paz y en gracia de Dios, con su Inquisición y sus frailes, con su pintoresca desigualdad ante la ley, con sus privilegios, fueros y exenciones personales, con su carencia de toda libertad municipal o política, gobernados simultáneamente por insignes obispos y poderosos corregidores (cuyas respectivas potestades no era muy fácil deslindar, pues unos y otros se metían en lo temporal y en lo eterno), y pagando diezmos*, primicias*, alcabalas*, subsidios*, mandas y limosnas forzosas, rentas, rentillas, capitaciones*, tercias reales, gabelas*, frutos-civiles, y hasta cincuenta tributos más, cuya nomenclatura no viene a cuento ahora.

Y aquí termina todo lo que la presente historia tiene que ver con la militar y política de aquella época; pues nuestro único objeto, al referir lo que entonces sucedía en el mundo, ha sido venir a parar a que el año de que se trata (supongamos que el de 1805) imperaba todavía en España el antiguo régimen en todas las esferas de la vida pública y particular, como si, en medio de tantas novedades y trastornos, el Pirineo se hubiese convertido en otra Muralla de la China.

*recelar = argwöhnen, misstrauen

* rancio = uralt

* el diezmo = der Zehnte (Steuer)

* primicia = Erstling

* alcabala = (Verkaufs) Steuer

* subsidio = finanzielle Unterstützung

* capitación = Kopfsteuer

* gabela = Abgabe

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II

De cómo vivía entonces la gente

En Andalucía, por ejemplo (pues precisamente aconteció en una ciudad de Andalucía lo que vais a oír), las personas de suposición* continuaban levantándose muy temprano; yendo a la Catedral a misa de prima, aunque no fuese día de precepto*: almorzando, a las nueve, un huevo frito y una jícara de chocolate con picatostes; comiendo, de una a dos de la tarde, puchero y principio, si había caza, y, si no, puchero solo; durmiendo la siesta después de comer; paseando luego por el campo; yendo al rosario, entre dos luces, a su respectiva parroquia; tomando otro chocolate a la oración (este con bizcochos); asistiendo los muy encopetados a la tertulia del corregidor, del deán*, o del título que residía en el pueblo; retirándose a casa a las ánimas; cerrando el portón antes del toque de la queda; cenando ensalada y guisado por antonomasia, si no habían entrado boquerones frescos, y acostándose incontinenti con su señora los que la tenían, no sin hacerse calentar primero la cama durante nueves meses del año... ¡Dichosísimo tiempo aquel en que nuestra tierra seguía en quieta y pacífica posesión de todas las telarañas, de todo el polvo, de toda la polilla, de todos los respetos, de todas las creencias, de todas las tradiciones, de todos los usos y de todos los abusos santificados por los siglos! ¡Dichosísimo tiempo aquel en que había en la sociedad humana variedad de clases, de afectos y de costumbres! ¡Dichosísimo tiempo, digo..., para los poetas especialmente, que encontraban un entremés*, un sainete*, una comedia, un drama, un auto sacramental* o una epopeya* detrás de cada esquina, en vez de esta prosaica uniformidad y desabrido realismo que nos legó al cabo la Revolución Francesa! ¡Dichosísimo tiempo, sí!... Pero esto es volver a las andadas*. Basta ya de generalidades y de circunloquios*, y entremos resueltamente en la historia del Sombrero de tres picos.

* la suposición = die Voraussetzung

* el precepto = das Gebot

* el deán = der Dekan

* el entremés = das Zwischenspiel

* el sainete = der Schwank

* el auto sacramental = das Mysterienspiel

* la epopeya = das Epos

* volver a las andadas = in alte Gewohnheiten verfallen

* el circunloquio = die Umschweife

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III

Do ut des (te doy para que me des)

En aquel tiempo, pues, había cerca de la ciudad de *** un famoso molino harinero (que ya no existe), situado como a un cuarto de legua* de la población, entre el pie de suave colina poblada de guindos* y cerezos y una fertilísima huerta que servía de margen (y algunas veces de lecho) al titular intermitente y traicionero río.

Por varias y diversas razones, hacía ya algún tiempo que aquel molino era el predilecto* punto de llegada y descanso de los paseantes más caracterizados de la mencionada ciudad... Primeramente, conducía a él un camino carretero, menos intransitable que los restantes de aquellos contornos. En segundo lugar, delante del molino había una plazoletilla empedrada, cubierta por un parral enorme, debajo del cual se tomaba muy bien el fresco en el verano y el sol en el invierno, merced a la alternada ida y venida de los pámpanos... En tercer lugar, el Molinero era un hombre muy respetuoso, muy discreto, muy fino, que tenía lo que se llama don de gentes, y que obsequiaba a los señorones que solían honrarlo con su tertulia vespertina, ofreciéndoles... lo que daba el tiempo, ora* habas verdes, ora cerezas y guindas, ora lechugas en rama y sin sazonar (que están muy buenas cuando se las acompaña de macarros de pan de aceite; macarros que se encargaban de enviar por delante sus señorías), ora melones, ora uvas de aquella misma parra que les servía de dosel, ora rosetas de maíz, si era invierno, y castañas asadas, y almendras, y nueces, y de vez en cuando, en las tardes muy frías, un trago de vino de pulso (dentro ya de la casa y al amor de la lumbre), a lo que por Pascuas se solía añadir algún pestiño, algún mantecado, algún rosco o alguna lonja de jamón alpujarreño.

-¿Tan rico era el Molinero, o tan imprudentes sus tertulianos? -exclamaréis interrumpiéndome.

* la legua = die (spanische) Meile ( 5,5727Km)

* el guindo = der Sauerkirschbaum

* predilecto = bevorzugt, Lieblings-

* ora = bald

* macarro = Brötchen

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Ni lo uno ni lo otro. El Molinero solo tenía un pasar*, y aquellos caballeros eran la delicadeza y el orgullo personificados. Pero en unos tiempos en que se pagaban cincuenta y tantas contribuciones diferentes a la Iglesia y al Estado, poco arriesgaba un rústico* de tan claras luces como aquel en tenerse ganada la voluntad de regidores, canónigos, frailes, escribanos y demás personas de campanillas. Así es que no faltaba quien dijese que el tío Lucas (tal era el nombre del Molinero) se ahorraba un dineral al año a fuerza de agasajar a todo el mundo.

-«Vuestra Merced me va a dar una puertecilla vieja de la casa que ha derribado», decíale a uno. «Vuestra Señoría (decíale a otro) va a mandar que me rebajen el subsidio, o la alcabala o la contribución de frutos-civiles». «Vuestra Reverencia me va a dejar coger en la huerta del Convento una poca hoja para mis gusanos de seda». «Vuestra Ilustrísima me va a dar permiso para traer una poca leña del monte X». «Vuestra Paternidad me va a poner dos letras para que me permitan cortar una poca madera en el pinar H». «Es menester que me haga usarcé una escriturilla que no me cueste nada». «Este año no puedo pagar el censo». «Espero que el pleito* se falle a mi favor». «Hoy le he dado de bofetadas a uno, y creo que debe ir a la cárcel por haberme provocado». «¿Tendría su merced tal cosa de sobra?». «¿Le sirve a usted de algo tal otra?». «¿Me puede prestar la mula?». «¿Tiene ocupado mañana el carro?». «¿Le parece que envíe por el burro?...».

Y estas canciones se repetían a todas horas, obteniendo siempre por contestación un generoso y desinteresado... «Como se pide».

Conque ya veis que el tío Lucas no estaba en camino de arruinarse.

* tener un pasar = Auskommen haben

* el rústico = der Bauer

* agasajar = liebenswürdig empfangen

* el pleito = der Prozess

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IV

Una mujer vista por fuera

La última y, acaso la más poderosa razón que tenía el señorío de la ciudad para frecuentar por las tardes el molino del tío Lucas, era... que, así los clérigos como los seglares*, empezando por el señor obispo y el señor corregidor*, podían contemplar allí a sus anchas una de las obras más bellas, graciosas y admirables que hayan salido jamás de las manos de Dios, llamado entonces el Ser Supremo por Jovellanos y toda la escuela afrancesada de nuestro país.

Esta obra... se denominaba «la señá Frasquita».

Empiezo por responderos de que la señá Frasquita, legítima esposa del tío Lucas, era una mujer de bien, y de que así lo sabían todos los ilustres visitantes del molino. Digo más: ninguno de estos daba muestras de considerarla con ojos de varón ni con trastienda pecaminosa. Admirábanla, sí, y requebrábanla en ocasiones (delante de su marido, por supuesto), lo mismo los frailes que los caballeros, los canónigos que los golillas, como un prodigio de belleza que honraba a su Criador, y como una diablesa de travesura y coquetería, que alegraba inocentemente los espíritus más melancólicos. «Es un hermoso animal», solía decir el virtuosísimo prelado. «Es una estatua de la antigüedad helénica», observaba un abogado muy erudito, académico correspondiente de la Historia. «Es la propia estampa de Eva», prorrumpía el prior de los franciscanos. «Es una real moza», exclamaba el coronel de milicias. «Es una sierpe*, una sirena, ¡un demonio!», añadía el Corregidor. «Pero es una buena mujer, es un ángel, es una criatura, es una chiquilla de cuatro años», acababan por decir todos, al regresar del molino atiborrados de uvas o de nueces, en busca de sus tétricos* y metódicos hogares.

* seglar = weltlich

* el corregidor = der Vogt

* la sierpe = die Schlange

* tétrico = düster

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La chiquilla de cuatro años, esto es, la señá Frasquita, frisaría* en los treinta. Tenía más de dos varas de estatura, y era recia a proporción, o quizá más gruesa todavía de lo correspondiente a su arrogante talla. Parecía una Niobe colosal, y eso que no había tenido hijos: parecía un Hércules... hembra; parecía una matrona romana de las que aún hay ejemplares en el Trastevere. Pero lo más notable en ella era la movilidad, la ligereza, la animación, la gracia de su respetable mole. Para ser una estatua, como pretendía el académico, le faltaba el reposo monumental. Se cimbraba* como un junco*, giraba como una veleta, bailaba como una peonza*. Su rostro era más movible todavía, y, por lo tanto, menos escultural. Avivábanlo donosamente hasta cinco hoyuelos*: dos en una mejilla; otro en otra; otro, muy chico, cerca de la comisura izquierda de sus rientes labios, y el último, muy grande, en medio de su redonda barba. Añadid a esto los picarescos mohínes*, los graciosos guiños y las varias posturas de cabeza que amenizaban su conversación, y formaréis idea de aquella cara llena de sal y de hermosura y radiante siempre de salud y alegría.

Ni la señá Frasquita ni el tío Lucas eran andaluces: ella era navarra y él murciano. Él había ido a la ciudad de ***, a la edad de quince años, como medio paje*, medio criado del obispo anterior al que entonces gobernaba aquella iglesia. Educábalo su protector para clérigo, y tal vez con esta mira y para que no careciese de congrua, dejole en su testamento el molino; pero el tío Lucas, que a la muerte de Su Ilustrísima no estaba ordenado más que de menores, ahorcó los hábitos en aquel punto y hora, y sentó plaza de soldado, más ganoso de ver mundo y correr aventuras que de decir misa o de moler trigo. En 1793 hizo la campaña de los Pirineos Occidentales, como ordenanza del valiente general don Ventura Caro; asistió al asalto del Castillo Piñón, y permaneció luego largo tiempo en las provincias del Norte, donde tomó la licencia absoluta. En Estella conoció a la señá Frasquita, que entonces solo se llamaba Frasquita; la enamoró; se casó con ella, y se la llevó a Andalucía en busca de aquel molino que había de verlos tan pacíficos y dichosos durante el resto de su peregrinación por este valle de lágrimas y risas.

La señá Frasquita, pues, trasladada de Navarra a aquella soledad, no había adquirido ningún hábito andaluz, y se diferenciaba mucho de las mujeres campesinas de los contornos. Vestía con más sencillez, desenfado y elegancia que ellas; lavaba más sus carnes, y permitía al sol y al aire acariciar sus arremangados brazos y su descubierta garganta. Usaba, hasta cierto punto, el traje de las señoras de aquella época, el traje de las mujeres de Goya, el traje de la reina María Luisa: si no falda de medio paso, falda de un paso solo, sumamente corta, que dejaba ver sus menudos pies y el arranque de su soberana pierna; llevaba el escote redondo y bajo, al estilo de Madrid, donde se detuvo dos meses con su Lucas al trasladarse de Navarra a Andalucía; todo el pelo recogido en lo alto de la coronilla, lo cual dejaba campear la gallardía* de su cabeza y de su cuello; sendas arracadas en las diminutas orejas, y muchas sortijas en los afilados dedos de sus duras pero limpias manos. Por último: la voz de la señá Frasquita tenía todos los tonos del más extenso y melodioso instrumento, y su carcajada era tan alegre y argentina, que parecía un repique* de Sábado de Gloria.

Retratemos ahora al tío Lucas.

* frisar = zugehen auf

* cimbrarse = schwingen, sich biegen

* el junco = die Binse

* la peonza = der Kreisel, quirlige Person

* hoyuelos = Grübchen

* el mohín = die Grimasse

* el paje = der Page

* la gallardía = die Anmut

* el repique = das Gebimmel, das Glockengeläut

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V

Un hombre visto por fuera y por dentro

El tío Lucas era más feo que Picio. Lo había sido toda su vida, y ya tenía cerca de cuarenta años. Sin embargo, pocos hombres tan simpáticos y agradables habrá echado Dios al mundo. Prendado de su viveza, de su ingenio y de su gracia, el difunto obispo se lo pidió a sus padres, que eran pastores, no de almas, sino de verdaderas ovejas. Muerto Su Ilustrísima, y dejado que hubo el mozo el seminario por el cuartel, distinguiolo entre todo su ejercito el general Caro, y lo hizo su ordenanza más íntimo, su verdadero criado de campaña. Cumplido, en fin, el empeño militar, fuele tan fácil al tío Lucas rendir el corazón de la señá Frasquita, como fácil le había sido captarse el aprecio del general y del prelado. La navarra, que tenía a la sazón veinte abriles, y era el ojo derecho de todos los mozos de Estella, algunos de ellos bastante ricos, no pudo resistir a los continuos donaires, a las chistosas ocurrencias, a los ojillos de enamorado mono y a la bufona y constante sonrisa, llena de malicia, pero también de dulzura, de aquel murciano tan atrevido, tan locuaz, tan avisado, tan dispuesto, tan valiente y tan gracioso, que acabó por trastornar el juicio, no solo a la codiciada beldad, sino también a su padre y a su madre.

Lucas era en aquel entonces, y seguía siendo en la fecha a que nos referimos, de pequeña estatura (a los menos con relación a su mujer), un poco cargado de espaldas, muy moreno, barbilampiño, narigón, orejudo y picado de viruelas. En cambio, su boca era regular y su dentadura inmejorable. Dijérase que solo la corteza de aquel hombre era tosca y fea; que tan pronto como empezaba a penetrarse dentro de él aparecían sus perfecciones, y que estas perfecciones principiaban en los dientes. Luego venía la voz, vibrante, elástica, atractiva; varonil y grave algunas veces, dulce y melosa cuando pedía algo, y siempre difícil de resistir. Llegaba después lo que aquella voz decía: todo oportuno, discreto, ingenioso, persuasivo... Y, por último, en el alma del tío Lucas había valor, lealtad, honradez, sentido común, deseo de saber y conocimientos instintivos o empíricos de muchas cosas, profundo desdén a los necios, cualquiera que fuese su categoría social, y cierto espíritu de ironía, de burla y de sarcasmo, que le hacían pasar, a los ojos del académico, por un don Francisco de Quevedo en bruto*.

Tal era por dentro y por fuera el tío Lucas.

* en bruto = ungeschliffener don Francisco de Quevedo

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VI

Habilidades de los dos cónyuges

Amaba, pues, locamente la señá Frasquita al tío Lucas, y considerábase la mujer más feliz del mundo al verse adorada por él. No tenían hijos, según que ya sabemos, y habíase consagrado cada uno a cuidar y mimar al otro con esmero indecible*, pero sin que aquella tierna solicitud ostentase el carácter sentimental y empalagoso*, por lo zalamero*, de casi todos los matrimonios sin sucesión*. Al contrario, tratábanse con una llaneza, una alegría, una broma y una confianza semejantes a las de aquellos niños, camaradas de juegos y de diversiones, que se quieren con toda el alma sin decírselo jamás, ni darse a sí mismos cuenta de lo que sienten.

¡Imposible que haya habido sobre la tierra molinero mejor peinado, mejor vestido, más regalado en la mesa, rodeado de más comodidades en su casa, que el tío Lucas! ¡Imposible que ninguna molinera ni ninguna reina haya sido objeto de tantas atenciones, de tantos agasajos, de tantas finezas como la señá Frasquita! ¡Imposible también que ningún molino haya encerrado tantas cosas necesarias, útiles, agradables, recreativas y hasta superfluas, como el que va a servir de teatro a casi toda la presente historia!

Contribuía mucho a ello que la señá Frasquita, la pulcra, hacendosa, fuerte y saludable navarra, sabía, quería y podía guisar, coser, bordar, barrer, hacer dulce, lavar, planchar, blanquear la casa, fregar el cobre, amasar, tejer, hacer media, cantar, bailar, tocar la guitarra y los palillos, jugar a la brisca y al tute*, y otras muchísimas cosas cuya relación fuera interminable. Y contribuía no menos al mismo resultado el que el tío Lucas sabía, quería y podía dirigir la molienda, cultivar el campo, cazar, pescar, trabajar de carpintero, de herrero y de albañil, ayudar a su mujer en todos los quehaceres de la casa, leer, escribir, contar, etc., etc.

* con esmero indecible = mit unsäglicher Sorgfalt

* empalagoso = aufdringlich

* zalamero = schmeichlerisch

*  sin sucesión = ohne Erben

* brisca y tute = Kartenspiele

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Y esto sin hacer mención* de los ramos de lujo, o sea, de sus habilidades extraordinarias.

Por ejemplo: el tío Lucas adoraba las flores (lo mismo que su mujer), y era floricultor tan consumado, que había conseguido producir ejemplares nuevos por medio de laboriosas combinaciones. Tenía algo de ingeniero natural, y lo había demostrado construyendo una presa, un sifón y un acueducto que triplicaron el agua del molino. Había enseñado a bailar a un perro, domesticado una culebra, y hecho que un loro diese la hora por medio de gritos, según las iba marcando un reloj de sol que el Molinero había trazado en una pared; de cuyas resultas, el loro daba ya la hora con toda precisión, hasta en los días nublados y durante la noche.

Finalmente: en el molino había una huerta, que producía toda clase de frutas y legumbres; un estanque encerrado en una especie de quiosco de jazmines, donde se bañaban en verano el tío Lucas y la señá Frasquita; un jardín; una estufa o invernadero para las plantas exóticas; una fuente de agua potable; dos burras en que el matrimonio iba a la ciudad o a los pueblos de las cercanías; gallinero, palomar, pajarera*, criadero de peces, criadero de gusanos de seda; colmenas, cuyas abejas libaban en los jazmines; jaraíz* o lagar*, con su bodega correspondiente, ambas cosas en miniatura; horno, telar, fragua*, taller de carpintería, etc., etc., todo ello reducido a una casa de ocho habitaciones y a dos fanegas* de tierra, y tasado en la cantidad de diez mil reales.

* sin hacer mención = ohne zu erwähnen

* la pajarera = die Voliere

* el jaraíz, el lagar = Kelter (oder Ölpresse)

* la fragua = die Schmiede

* la fanega = Flächenmaß (je nach Region auch Hohlmaß)

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VII

El fondo de la felicidad

Adorábanse, sí, locamente el Molinero y la Molinera, y aún se hubiera creído que ella lo quería más a él que él a ella, no obstante ser él tan feo y ella tan hermosa. Dígolo porque la señá Frasquita solía tener celos y pedirle cuentas al tío Lucas cuando este tardaba mucho en regresar de la ciudad o de los pueblos adonde iba por grano, mientras que el tío Lucas veía hasta con gusto las atenciones de que era objeto la señá Frasquita por parte de los señores que frecuentaban el molino; se ufanaba* y regocijaba* de que a todos les agradase tanto como a él, y, aunque comprendía que en el fondo del corazón se la envidiaban algunos de ellos, la codiciaban como simples mortales y hubieran dado cualquier cosa porque fuera menos mujer de bien, la dejaba sola días enteros sin el menor cuidado, y nunca le preguntaba luego qué había hecho ni quién había estado allí durante su ausencia...

No consistía aquello, sin embargo, en que el amor del tío Lucas fuese menos vivo que el de la señá Frasquita. Consistía en que él tenía más confianza en la virtud de ella que ella en la de él; consistía en que él la aventajaba en penetración, y sabía hasta qué punto era amado y cuánto se respetaba su mujer a sí misma; y consistía principalmente en que el tío Lucas era todo un hombre: un hombre como el de Shakespeare, de pocos e indivisibles sentimientos; incapaz de dudas; que creía o moría; que amaba o mataba; que no admitía gradación ni tránsito entre la suprema felicidad y el exterminio de su dicha.

Era, en fin, un Otelo de Murcia, con alpargatas y montera, en el primer acto de una tragedia posible...

Pero ¿a qué estas notas lúgubres en una tonadilla alegre? ¿A qué estos relámpagos fatídicos en una atmósfera tan serena? ¿A qué estas actitudes melodramáticas en un cuadro de género?

Vais a saberlo inmediatamente.

* ufanarse = prahlen

* recocijarse = sich freuen

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VIII

El hombre del sombrero de tres picos

Eran las dos de una tarde de octubre.

El esquilón de la catedral tocaba a vísperas*, lo cual equivale a decir que ya habían comido todas las personas principales de la ciudad.

Los canónigos se dirigían al coro, y los seglares a sus alcobas a dormir la siesta, sobre todo aquellos que, por razón de oficio, por ejemplo, las autoridades, habían pasado la mañana entera trabajando.

Era, pues, muy de extrañar que a aquella hora, impropia además para dar un paseo, pues todavía hacía demasiado calor, saliese de la ciudad, a pie, y seguido de un solo alguacil, el ilustre señor Corregidor de la misma, a quien no podía confundirse con ninguna otra persona, ni de día ni de noche, así por la enormidad de su sombrero de tres picos y por lo vistoso de su capa de grana, como por lo particularísimo de su grotesco donaire*...

De la capa de grana y del sombrero de tres picos, son muchas todavía las personas que pudieran hablar con pleno conocimiento de causa. Nosotros entre ellas, lo mismo que todos los nacidos en aquella ciudad en las postrimerías* del reinado del señor don Fernando VII, recordamos haber visto colgados de un clavo, único adorno de desmantelada pared, en la ruinosa torre de la casa que habitó Su Señoría (torre destinada a la sazón a los infantiles juegos de sus nietos), aquellas dos anticuadas prendas, aquella capa y aquel sombrero -el negro sombrero encima, y la roja capa debajo-, formando una especie de espectro del Absolutismo, una especie de sudario* del Corregidor, una especie de caricatura retrospectiva de su poder, pintada con carbón y almagre, como tantas otras, por los párvulos* constitucionales de la de 1837 que allí nos reuníamos; una especie, en fin, de espanta-pájaros*, que en otro tiempo había sido espanta-hombres, y que hoy me da miedo de haber contribuido a escarnecer, paseándolo por aquella histórica ciudad, en días de Carnestolendas, en lo alto de un deshollinador*, o sirviendo de disfraz irrisorio* al idiota que más hacía reír a la plebe... ¡Pobre principio de autoridad! ¡Así te hemos puesto los mismos que hoy te invocamos tanto!

* la víspera = die Vesper, der Vorabend

* el alguacil = der Gemeindediener

* el donaire = die Anmut

* la postrimería = letzter Abschnitt

* el sudario = das Schweißtuch

* párvulo = naiv

* el espantapájaro = die Vogelscheuche

* el deshollinador = der Schornsteinfeger, der Schnüffler

* irrisorio = lächerlich

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En cuanto al indicado grotesco donaire del señor Corregidor, consistía (dicen) en que era cargado de espaldas..., todavía más cargado de espaldas que el tío Lucas..., casi jorobado, por decirlo de una vez; de estatura menos que mediana; endeblillo*; de mala salud; con las piernas arqueadas* y una manera de andar sui generis (balanceándose de un lado a otro y de atrás hacia adelante), que solo se puede describir con la absurda fórmula de que parecía cojo de los dos pies. En cambio (añade la tradición), su rostro era regular, aunque ya bastante arrugado por la falta absoluta de dientes y muelas; moreno verdoso, como el de casi todos los hijos de las Castillas; con grandes ojos oscuros, en que relampagueaban la cólera, el despotismo y la lujuria; con finas y traviesas facciones, que no tenían la expresión del valor personal, pero sí la de una malicia artera* capaz de todo, y con cierto aire de satisfacción, medio aristocrático, medio libertino, que revelaba que aquel hombre habría sido, en su remota juventud, muy agradable y acepto a las mujeres, no obstante sus piernas y su joroba.

Don Eugenio de Zúñiga y Ponce de León (que así se llamaba Su Señoría) había nacido en Madrid, de familia ilustre; frisaría a la sazón en los cincuenta y cinco años, y llevaba cuatro de Corregidor en la ciudad de que tratamos, donde se casó, a poco de llegar, con la principalísima señora que diremos más adelante.

Las medias de don Eugenio (única parte que, además de los zapatos, dejaba ver de su vestido la extensísima capa de grana) eran blancas, y los zapatos negros, con hebilla* de oro. Pero luego que el calor del campo lo obligó a desembozarse, vídose que llevaba gran corbata de batista; chupa de sarga de color de tórtola, muy festoneada de ramillos verdes, bordados de realce; calzón corto, negro, de seda; una enorme casaca de la misma estofa que la chupa; espadín* con guarnición de acero; bastón con borlas, y un respetable par de guantes (o quirotecas) de gamuza pajiza, que no se ponía nunca y que empuñaba a guisa de cetro.

* endeblillo = kränklich

* arqueado = krumm

* una malicia artera = eine durchtriebene Bosheit

* la hebilla = die Schnalle

* el espadín = der Degen

* empuñar a guisa de cetro = den Thron besteigen

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El alguacil, que seguía veinte pasos de distancia al señor Corregidor, se llamaba Garduña, y era la propia estampa de su nombre. Flaco, agilísimo; mirando adelante y atrás y a derecha e izquierda al propio tiempo que andaba; de largo cuello; de diminuto y repugnante rostro, y con dos manos como dos manojos de disciplinas, parecía juntamente un hurón* en busca de criminales, la cuerda que había de atarlos, y el instrumento destinado a su castigo.

El primer corregidor que le echó la vista encima, le dijo sin más informes: «Tú serás mi verdadero alguacil...». Y ya lo había sido de cuatro corregidores.

Tenía cuarenta y ocho años, y llevaba sombrero de tres picos, mucho más pequeño que el de su señor (pues repetimos que el de este era descomunal), capa negra como las medias y todo el traje, bastón sin borlas, y una especie de asador por la espalda.

Aquel espantajo negro parecía la sombra de su vistoso amo.

* el hurón = der Schnüffler

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IX

¡Arre, burra!

Por donde quiera que pasaban el personaje y su apéndice, los labradores dejaban sus faenas y se descubrían hasta los pies, con más miedo que respeto; después de lo cual decían en voz baja:

-¡Temprano va esta tarde el señor Corregidor a ver a la señá Frasquita!

-¡Temprano... y solo! -añadían algunos, acostumbrados a verlo siempre dar aquel paseo en compañía de otras varias personas.

-Oye, tú, Manuel: ¿por qué irá solo esta tarde el señor Corregidor a ver a la navarra? -le preguntó una lugareña* a su marido, el cual la llevaba a grupas en la bestia.

Y, al mismo tiempo que la pregunta, le hizo cosquillas por vía del retintín*.

-¡No seas mal pensada, Josefa! -exclamó el buen hombre-. La señá Frasquita es incapaz...

-No digo lo contrario... Pero el Corregidor no es por eso incapaz de estar enamorado de ella... Yo he oído decir que, de todos los que van a las francachelas* del molino, el único que lleva mal fin es ese madrileño tan aficionado a faldas...

-¿Y qué sabes tú si es o no aficionado a faldas? -preguntó a su vez el marido.

-No lo digo por mí... ¡Ya se hubiera guardado, por más Corregidor que sea de decirme los ojos tienes negros!

La que así hablaba era fea en grado superlativo.

-Pues mira, hija, ¡allá ellos! -replicó el llamado Manuel-. Yo no creo al tío Lucas hombre de consentir... ¡Bonito genio tiene el tío Lucas cuando se enfada!...

-Pero, en fin, ¡si ve que le conviene!... -añadió la tía Josefa, retorciendo el hocico.

-El tío Lucas es hombre de bien... -repuso el lugareño-; y a un hombre de bien nunca pueden convenirle ciertas cosas...

-Pues entonces, tienes razón. ¡Allá ellos! ¡Si yo fuera la señá Frasquita!...

-¡Arre, burra! -gritó el marido para mudar de conversación.

Y la burra salió al trote; con lo que no pudo oírse el resto del diálogo.

* la lugareña = die Dorfbewohnerin

* el retintín = (ironischer) Unterton

* la francachela = das Saufgelage

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X

Desde la parra

Mientras así discurrían los labriegos que saludaban al señor Corregidor, la señá Frasquita regaba y barría cuidadosamente la plazoletilla empedrada que servía de atrio o compás al molino, y colocaba media docena de sillas debajo de lo más espeso del emparrado*, en el cual estaba subido el tío Lucas, cortando los mejores racimos y arreglándolos artísticamente en una cesta.

-¡Pues sí, Frasquita! -decía el tío Lucas desde lo alto de la parra*-: el señor Corregidor está enamorado de ti de muy mala manera...

-Ya te lo dije yo hace tiempo -contestó la mujer del Norte-... Pero ¡déjalo que pene!* ¡Cuidado, Lucas, no te vayas a caer!

-Descuida: estoy bien agarrado...; también le gustas mucho al señor...

-¡Mira! ¡No me des más noticias! -interrumpió ella-. ¡Demasiado sé yo a quién le gusto y a quién no le gusto! ¡Ojalá supiera del mismo modo por qué no te gusto a ti!

-¡Toma! Porque eres muy fea... -contestó el tío Lucas.

-Pues, oye..., ¡fea y todo, soy capaz de subir a la parra y echarte de cabeza al suelo!...

-Más fácil sería que yo no te dejase bajar de la parra sin comerte viva...

-¡Eso es!... ¡Y cuando vinieran mis galanes y nos viesen ahí, dirían que éramos un mono y una mona!...

-Y acertarían; porque tú eres muy mona y muy rebonita, y yo parezco un mono con esta joroba*...

-Que a mí me gusta muchísimo...

-Entonces te gustará más la del Corregidor, que es mayor que la mía...

-¡Vamos! ¡Vamos!, señor don Lucas... ¡No tenga usted tantos celos!

-¿Celos yo de ese viejo petate? ¡Al contrario; me alegro muchísimo de que te quiera!...

-¿Por qué?

-Porque en el pecado lleva la penitencia*. ¡Tú no has de quererlo nunca, y yo soy entretanto el verdadero Corregidor de la ciudad!

-¡Miren el vanidoso! Pues figúrate que llegase a quererlo... ¡Cosas más raras se ven en el mundo!

-Tampoco me daría gran cuidado...

-¿Por qué?

-¡Porque entonces tú no serías ya tú; y, no siendo tú quien eres, o como yo creo que eres, maldito lo que me importaría que te llevasen los demonios!

-Pues bien; ¿qué harías en semejante caso?

-¿Yo? ¡Mira lo que no sé!... Porque, como entonces yo sería otro y no el que soy ahora, no puedo figurarme lo que pensaría...

-¿Y por qué serías entonces otro? -insistió valientemente la señá Frasquita, dejando de barrer y poniéndose en jarras para mirar hacia arriba.

* el emparrado = die Pergola

* la parra = der Weinstock

* ¡déjalo que pene! = Lass ihn leiden!

* la joroba = der Buckel

* la penitencia = die Sühne, die Buße

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El tío Lucas se rascó la cabeza, como si escarbara* para sacar de ella alguna idea muy profunda, hasta que al fin dijo con más seriedad y pulidez* que de costumbre:

-Sería otro porque yo soy ahora un hombre que cree en ti como en sí mismo, y que no tiene más vida que esa fe. De consiguiente, al dejar de creer en ti me moriría o me convertiría en un nuevo hombre; viviría de otro modo; me parecería que acababa de nacer; tendría otras entrañas*. Ignoro, pues, lo que haría entonces contigo... Puede que me echara a reír y te volviera la espalda... Puede que ni siquiera te conociese... Puede que... Pero ¡vaya un gusto que tenemos en ponernos de mal humor sin necesidad! ¿Qué nos importa a nosotros que te quieran todos los corregidores del mundo? ¿No eres tú mi Frasquita?

-¡Sí, pedazo de bárbaro! -contestó la navarra, riendo a más no poder-. Yo soy tu Frasquita, y tú eres mi Lucas de mi alma, más feo que el bu*, con más talento que todos los hombres, más bueno que el pan, y más querido... ¡Ah, lo que es eso de querido, cuando bajes de la parra lo verás! ¡Prepárate a llevar más bofetadas y pellizcos que pelos tienes en la cabeza! Pero, ¡calla! ¿Qué es lo que veo? El señor Corregidor viene por allí completamente solo... ¡Y tan tempranito!... Ese trae plan... ¡Por lo visto, tú tenías razón!...

-Pues aguántate, y no le digas que estoy subido en la parra. ¡Ese viene a declararse a solas contigo, creyendo pillarme durmiendo la siesta!... Quiero divertirme oyendo su explicación.

Así dijo el tío Lucas, alargando la cesta a su mujer.

-¡No está mal pensado! -exclamó ella, lanzando nuevas carcajadas-. ¡El demonio del madrileño! ¿Qué se habrá creído que es un corregidor para mí? Pero aquí llega... Por cierto que Garduña, que lo seguía a alguna distancia, se ha sentado en la ramblilla a la sombra... ¡Qué majadería!* Ocúltate tú bien entre los pámpanos, que nos vamos a reír más de lo que te figuras...

Y, dicho esto, la hermosa navarra rompió a cantar el fandango, que ya le era tan familiar como las canciones de su tierra.

* escarbar = schüren, herumstochern

* la pulidez = der Glanz, die Glätte

* las entrañas = das Innere

* el bu = der Butzemann

* la majadería = der Blödsinn

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XI

El bombardeo de Pamplona

-Dios te guarde, Frasquita... -dijo el Corregidor a media voz, apareciendo bajo el emparrado y andando de puntillas.

-¡Tanto bueno, señor Corregidor! -respondió ella en voz natural, haciéndole mil reverencias-. ¡Usía por aquí a estas horas! ¡Y con el calor que hace! ¡Vaya, siéntese Su Señoría!... Esto está fresquito. ¿Cómo no ha aguardado Su Señoría a los demás señores? Aquí tienen ya preparados sus asientos... Esta tarde esperamos al señor Obispo en persona, que le ha prometido a mi Lucas venir a probar las primeras uvas de la parra. ¿Y cómo lo pasa Su Señoría? ¿Cómo está la Señora?

El Corregidor se había turbado. La ansiada soledad en que encontraba a la señá Frasquita le parecía un sueño, o un lazo que le tendía la enemiga suerte para hacerle caer en el abismo de un desengaño.

Limitose, pues, a contestar:

-No es tan temprano como dices... Serán las tres y media...

El loro dio en aquel momento un chillido.

-Son las dos y cuarto -dijo la navarra, mirando de hito en hito* al madrileño.

Este calló, como reo convicto que renuncia a la defensa.

-¿Y Lucas? ¿Duerme? -preguntó al cabo de un rato.

(Debemos advertir aquí que el Corregidor, lo mismo que todos los que no tienen dientes, hablaba con una pronunciación floja y sibilante, como si se estuviese comiendo sus propios labios.)

-¡De seguro! -contestó la señá Frasquita-. En llegando estas horas se queda dormido donde primero le coge, aunque sea en el borde de un precipicio*...

-Pues, mira... ¡déjalo dormir!... -exclamó el viejo Corregidor, poniéndose más pálido de lo que ya era-. Y tú, mi querida Frasquita, escúchame..., oye..., ven acá... ¡Siéntate aquí, a mi lado!... Tengo muchas cosas que decirte...

-Ya estoy sentada -respondió la Molinera, agarrando una silla baja y plantándola delante del Corregidor, a cortísima distancia de la suya.

Sentado que se hubo, Frasquita echó una pierna sobre la otra, inclinó el cuerpo hacia adelante, apoyó un codo sobre la rodilla cabalgadora, y la fresca y hermosa cara en una de sus manos; y así, con la cabeza un poco ladeada, la sonrisa en los labios, los cinco hoyos en actividad, y las serenas pupilas clavadas en el Corregidor, aguardó la declaración de Su Señoría. Hubiera podido comparársela con Pamplona esperando un bombardeo.

* mirar a alguien de hito en hito = jemanden anstarren

* el precipicio = der Abgrund

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El pobre hombre fue a hablar, y se quedó con la boca abierta, embelesado* ante aquella grandiosa hermosura, ante aquella esplendidez de gracias, ante aquella formidable mujer, de alabastrino color, de lujosas carnes, de limpia y riente boca, de azules e insondables ojos, que parecía creada por el pincel de Rubens.

-¡Frasquita!... -murmuró al fin el delegado del Rey, con acento desfallecido*, mientras que su marchito rostro, cubierto de sudor, destacándose sobre su joroba, expresaba una inmensa angustia-. ¡Frasquita!...

-¡Me llamo! -contestó la hija de los Pirineos-. ¿Y qué?

-Lo que tú quieras... -repuso el viejo con una ternura sin límites.

-Pues lo que yo quiero... -dijo la Molinera-, ya lo sabe Usía. Lo que yo quiero es que Usía nombre secretario del ayuntamiento de la ciudad a un sobrino mío que tengo en Estella..., y que así podrá venirse de aquellas montañas, donde está pasando muchos apuros...

-Te he dicho, Frasquita, que eso es imposible. El secretario actual...

-¡Es un ladrón, un borracho y un bestia!

-Ya lo sé... Pero tiene buenas aldabas* entre los regidores perpetuos, y yo no puedo nombrar otro sin acuerdo del cabildo*. De lo contrario, me expongo...

-¡Me expongo!... ¡Me expongo!... ¿A qué no nos expondríamos por Vuestra Señoría hasta los gatos de esta casa?

-¿Me querrías a ese precio? -tartamudeó el Corregidor.

-No, señor; que lo quiero a Usía de balde.

-¡Mujer, no me des tratamiento! Háblame de usted o como se te antoje*... ¿Conque vas a quererme? Di.

-¿No le digo a usted que lo quiero ya?

-Pero...

-No hay pero que valga. ¡Verá usted qué guapo y qué hombre de bien es mi sobrino!

-¡Tú sí que eres guapa, Frascuela!...

-¿Le gusto a usted?

-¡Que si me gustas!... ¡No hay mujer como tú!

-Pues mire usted... Aquí no hay nada postizo*... -contestó la señá Frasquita, acabando de arrollar la manga de su jubón*, y mostrando al Corregidor el resto de su brazo, digno de una cariátide y más blanco que una azucena.

-¡Que si me gustas!... -prosiguió el Corregidor-. ¡De día, de noche, a todas horas, en todas partes, solo pienso en ti!...

-¡Pues, qué! ¿No le gusta a usted la señora Corregidora? -preguntó la señá Frasquita con tan mal fingida compasión, que hubiera hecho reír a un hipocondríaco-. ¡Qué lástima! Mi Lucas me ha dicho que tuvo el gusto de verla y de hablarle cuando fue a componerle a usted el reloj de la alcoba, y que es muy guapa, muy buena y de un trato muy cariñoso.

-¡No tanto! ¡No tanto! -murmuró el Corregidor con cierta amargura.

-En cambio, otros me han dicho -prosiguió la Molinera- que tiene muy mal genio*, que es muy celosa y que usted le tiembla más que a una vara verde*...

-¡No tanto, mujer!... -repitió don Eugenio de Zúñiga y Ponce de León, poniéndose colorado-. ¡Ni tanto ni tan poco! La Señora tiene sus manías, es cierto...; mas de ello a hacerme temblar, hay mucha diferencia. ¡Yo soy el Corregidor!...

-Pero, en fin, ¿la quiere usted, o no la quiere?

-Te diré... Yo la quiero mucho... o, por mejor decir, la quería antes de conocerte. Pero desde que te vi, no sé lo que me pasa, y ella misma conoce que me pasa algo... Bástete saber que hoy... tomarle la cara a mi mujer me hace la misma operación que si me la tomara a mí propio... ¡Ya ves, que no puedo quererla más ni sentir menos!... ¡Mientras que por coger esa mano, ese brazo, esa cara, esa cintura, daría lo que no tengo!

* embelesar = entzücken

* desfallecido = schwach

* tener buenas aldabas = gute Beziehungen haben

* el cabildo = der Gemeinderat

* antojarse = Lust haben

* postizo = künstlich

* el jubón = das Wams

* tener mal genio = jähzornig sein

* la vara = die Rute

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Y, hablando así, el Corregidor trató de apoderarse del brazo desnudo que la señá Frasquita le estaba refregando materialmente por los ojos; pero esta, sin descomponerse, extendió la mano, tocó el pecho de Su Señoría con la pacífica violencia e incontrastable rigidez de la trompa de un elefante, y lo tiró de espaldas con silla y todo.

-¡Ave María Purísima! -exclamó entonces la navarra, riéndose a más no poder-. Por lo visto, esa silla estaba rota...

-¿Qué pasa ahí? -exclamó en esto el tío Lucas, asomando su feo rostro entre los pámpanos de la parra.

El Corregidor estaba todavía en el suelo boca arriba, y miraba con un terror indecible a aquel hombre que aparecía en los aires boca abajo.

Hubiérase dicho que Su Señoría era el diablo, vencido, no por San Miguel, sino por otro demonio del Infierno.

-¿Qué ha de pasar? -se apresuró a responder la señá Frasquita-. ¡Que el señor Corregidor puso la silla en vago, fue a mecerse*, y se ha caído!...

-¡Jesús, María y José! -exclamó a su vez el Molinero-. ¿Y se ha hecho daño Su Señoría? ¿Quiere un poco de agua y vinagre?

-¡No me he hecho nada! -exclamó el Corregidor, levantándose como pudo.

Y luego añadió por lo bajo, pero de modo que pudiera oírlo la señá Frasquita:

-¡Me la pagaréis!

-Pues, en cambio, Su Señoría me ha salvado a mí la vida -repuso el tío Lucas sin moverse de lo alto de la parra-. Figúrate, mujer, que estaba yo aquí sentado contemplando las uvas, cuando me quedé dormido sobre una red de sarmientos y palos que dejaban claros suficientes para que pasase mi cuerpo... Por consiguiente, si la caída de Su Señoría no me hubiese despertado tan a tiempo, esta tarde me habría yo roto la cabeza contra esas piedras.

-Conque sí..., ¿eh?... -replicó el Corregidor-. Pues, ¡vaya, hombre!, me alegro... ¡Te digo que me alegro mucho de haberme caído!

-¡Me la pagarás! -agregó en seguida, dirigiéndose a la Molinera.

Y pronunció estas palabras con tal expresión de reconcentrada furia, que la señá Frasquita se puso triste.

* mecerse = schaukeln

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Veía claramente que el Corregidor se asustó al principio, creyendo que el Molinero lo había oído todo; pero que persuadido ya de que no había oído nada (pues la calma y el disimulo del tío Lucas hubieran engañado al más lince), empezaba a abandonarse a toda su iracundia* y a concebir planes de venganza.

-¡Vamos! ¡Bájate ya de ahí y ayúdame a limpiar a Su Señoría, que se ha puesto perdido de polvo! -exclamó entonces la Molinera.

Y mientras el tío Lucas bajaba, díjole ella al Corregidor, dándole golpes con el delantal en la chupa y alguno que otro en las orejas:

-El pobre no ha oído nada... Estaba dormido como un tronco...

Más que estas frases, la circunstancia de haber sido dichas en voz baja, afectando complicidad y secreto, produjo un efecto maravilloso.

-¡Pícara! ¡Proterva! -balbuceó don Eugenio de Zúñiga con la boca hecha un agua, pero gruñendo todavía...

-¿Me guardará Usía rencor? -replicó la navarra zalameramente*.

Viendo el Corregidor que la severidad le daba buenos resultados, intentó mirar a la señá Frasquita con mucha rabia; pero se encontró con su tentadora risa y sus divinos ojos, en los cuales brillaba la caricia de una súplica*, y derritiéndosele* la gacha en el acto, le dijo con un acento baboso y silbante, en que se descubría más que nunca la ausencia total de dientes y muelas:

-¡De ti depende, amor mío!

En aquel momento se descolgó de la parra el tío Lucas.

* iracundia = Jähzorn

* zalamero = schmeichlerisch

* la súplica = das Flehen, die inständige Bitte

* derritir = schmelzen

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XII

Diezmos y primicias

Repuesto el Corregidor en su silla, la Molinera dirigió una rápida mirada a su esposo y viole, no solo tan sosegado como siempre, sino reventando de ganas de reír por resultas de aquella ocurrencia; cambió con él desde lejos un beso tirado, aprovechando el descuido de don Eugenio, y díjole, en fin, a este con una voz de sirena que le hubiera envidiado Cleopatra:

-¡Ahora va Su Señoría a probar mis uvas!

Entonces fue de ver a la hermosa navarra (y así la pintaría yo, si tuviese el pincel de Tiziano), plantada enfrente del embelesado Corregidor, fresca, magnífica, incitante, con sus nobles formas, con su angosto vestido, con su elevada estatura, con sus desnudos brazos levantados sobre la cabeza, y con un transparente racimo en cada mano, diciéndole, entre una sonrisa irresistible y una mirada suplicante en que titilaba el miedo:

-Todavía no las ha probado el señor Obispo... Son las primeras que se cogen este año...

Parecía una gigantesca Pomona, brindando frutos a un dios campestre; a un sátiro*, por ejemplo.

En esto apareció al extremo de la plazoleta empedrada el venerable Obispo de la diócesis, acompañado del abogado académico y de dos canónigos de avanzada edad, y seguido de su secretario, de dos familiares y de dos pajes.

Detúvose un rato Su Ilustrísima a contemplar aquel cuadro tan cómico y tan bello, hasta que, por último, dijo, con el reposado acento propio de los prelados de entonces:

-El quinto, pagar diezmos y primicias a la Iglesia de Dios, nos enseña la doctrina cristiana; pero usted, señor Corregidor, no se contenta con administrar el diezmo, sino que también trata de comerse las primicias.

-¡El señor Obispo! -exclamaron los Molineros, dejando al Corregidor y corriendo a besar el anillo al prelado.

-¡Dios se lo pague a Su Ilustrísima, por venir a honrar esta pobre choza! -dijo el tío Lucas, besando el primero, y con acento de muy sincera veneración*.

-¡Qué señor Obispo tengo tan hermoso! -exclamó la señá Frasquita, besando después-. ¡Dios lo bendiga y me lo conserve más años que le conservó el suyo a mi Lucas!

* el sátiro = der Lustmolch

* la veneración = die Ehrfurcht, Verehrung

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-¡No sé qué falta puedo hacerte, cuando tú me echas las bendiciones, en vez de pedírmelas! -contestó riéndose el bondadoso pastor.

Y, extendiendo dos dedos, bendijo a la señá Frasquita y después a los demás circunstantes.

-¡Aquí tiene Usía Ilustrísima las primicias! -dijo el Corregidor, tomando un racimo de manos de la Molinera y presentándoselo cortésmente al Obispo-. Todavía no había yo probado las uvas...

El Corregidor pronunció estas palabras, dirigiendo de paso una rápida y cínica mirada a la espléndida hermosura de la Molinera.

-¡Pues no será porque estén verdes, como las de la fábula! -observó el académico.

-Las de la fábula -expuso el Obispo- no estaban verdes, señor licenciado; sino fuera del alcance de la zorra.

Ni el uno ni el otro habían querido acaso aludir al Corregidor; pero ambas frases fueron casualmente tan adecuadas a lo que acababa de suceder allí, que don Eugenio de Zúñiga se puso lívido de cólera, y dijo, besando el anillo del prelado:

-¡Eso es llamarme zorro, Señor Ilustrísimo!

-Tu dixisti!* -replicó este con la afable severidad* de un santo, como diz que lo era en efecto-. Excusatio non petita, accusatio manifesta*. Qualis vir, talis oratio*. Pero satis jam dictum, nullus ultra sit sermo. O, lo que es lo mismo, dejémonos de latines, y veamos estas famosas uvas.

Y picó... una sola vez... en el racimo que le presentaba el Corregidor.

-¡Están muy buenas! -exclamó, mirando aquella uva al trasluz y alargándosela en seguida a su secretario-. ¡Lástima que a mí me sienten mal!

El secretario contempló también la uva; hizo un gesto de cortesana admiración, y la entregó a uno de los familiares.

El familiar repitió la acción del Obispo y el gesto del secretario, propasándose hasta oler la uva, y luego... la colocó en la cesta con escrupuloso cuidado, no sin decir en voz baja a la concurrencia:

-Su Ilustrísima ayuna*...

El tío Lucas, que había seguido la uva con la vista, la cogió entonces disimuladamente, y se la comió sin que nadie lo viera.

Después de esto, sentáronse todos: hablose de la otoñada (que seguía siendo muy seca, no obstante haber pasado el cordonazo de San Francisco); discurriose algo sobre la probabilidad de una nueva guerra entre Napoleón y el Austria; insistiose en la creencia de que las tropas imperiales no invadirían nunca el territorio español; quejose el abogado de lo revuelto y calamitoso de aquella época, envidiando los tranquilos tiempos de sus padres (como sus padres habrían envidiado los de sus abuelos); dio las cinco el loro..., y, a una seña del reverendo Obispo, el menor de los pajes fue al coche episcopal (que se había quedado en la misma ramblilla que el alguacil), y volvió con una magnífica torta sobada*, de pan de aceite, polvoreada de sal, que apenas haría una hora había salido del horno: colocose una mesilla en medio del concurso; descuartizose la torta; se dio su parte correspondiente, sin embargo de que se resistieron mucho, al tío Lucas y a la señá Frasquita..., y una igualdad verdaderamente democrática reinó durante media hora bajo aquellos pámpanos que filtraban los últimos resplandores del sol poniente...

* Tu dixisti (Latein) = du hast es gesagt

* con la afable severidad = mit freundlicher Strenge

* Excusatio non petita, accusatio manifesta (lateinischer Satz aus de MA) = Wer sich unaufgefordert entschuldigt, klagt sich selbst an.

* Qualis vir, talis oratio. = wie der Mann, so die Rede

* ayunar = fasten

* torta sobada = Schmalzgebäck

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XIII

Le dijo el grajo al cuervo

Hora y media después todos los ilustres compañeros de merienda estaban de vuelta en la ciudad.

El señor Obispo y su familia habían llegado con bastante anticipación, gracias al coche, y hallábanse ya en palacio, donde los dejaremos rezando sus devociones.

El insigne abogado (que era muy seco) y los dos canónigos (a cual más grueso y respetable) acompañaron al Corregidor hasta la puerta del Ayuntamiento (donde Su Señoría dijo tener que trabajar), y tomaron luego el camino de sus respectivas casas, guiándose por las estrellas como los navegantes, o sorteando* a tientas* las esquinas, como los ciegos; pues ya había cerrado la noche, aún no había salido la luna, y el alumbrado público (lo mismo que las demás luces de este siglo) todavía estaba allí en la mente divina.

En cambio, no era raro ver discurrir por algunas calles tal o cual linterna o farolillo con que respetuoso servidor alumbraba a sus magníficos amos, quienes se dirigían a la habitual tertulia o de visita a casa de sus parientes...

Cerca de casi todas las rejas bajas se veía (o se olfateaba, por mejor decir), un silencioso bulto negro. Eran galanes que, al sentir pasos, habían dejado por un momento de pelar la pava*...

-¡Somos unos calaveras*! -iban diciendo el abogado y los dos canónigos-. ¿Qué pensarán en nuestras casas al vernos llegar a estas horas?

-Pues ¿qué dirán los que nos encuentren en la calle, de este modo, a las siete y pico de la noche, como unos bandoleros amparados de las tinieblas?

-Hay que mejorar de conducta...

-¡Ah! Sí... ¡Pero ese dichoso molino!...

* sortear = ausweichen

* andar a tientas = tappen

* pelar la pava = flirten (andalusisches Sprichwort aus jener Zeit)

* la calavera = der Leichtfuß

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-Mi mujer lo tiene sentado en la boca del estómago*... -dijo el académico, con un tono en que se traslucía mucho miedo a la próxima pelotera conyugal*.

-Pues ¿y mi sobrina? -exclamó uno de los canónigos, que por cierto era penitenciario-. Mi sobrina dice que los sacerdotes no deben visitar comadres*...

-Y, sin embargo -interrumpió su compañero, que era magistral-, lo que allí pasa no puede ser más inocente...

-¡Toma! ¡Como que va el mismísimo Obispo!

-Y luego, señores, ¡a nuestra edad!... -repuso el penitenciario-. Yo he cumplido ayer los setenta y cinco.

-¡Es claro! -replicó el magistral-. Pero hablemos de otra cosa: ¡qué guapa estaba esta tarde la señá Frasquita!

-¡Oh, lo que es eso...; como guapa, es guapa! -dijo el abogado, afectando imparcialidad*.

-Muy guapa... -replicó el penitenciario dentro del embozo.

-Y si no -añadió el predicador de Oficio-, que se lo pregunten al Corregidor.

-¡El pobre hombre está enamorado de ella!...

-¡Ya lo creo! -exclamó el confesor de la catedral.

-¡De seguro! -agregó el académico correspondiente-. Conque, señores, yo tomo por aquí para llegar antes a casa... ¡Muy buenas noches!

-Buenas noches... -le contestaron los capitulares.

Y anduvieron algunos pasos en silencio.

-¡También le gusta a ese la Molinera! -murmuró entonces el magistral, dándole con el codo al penitenciario.

-¡Como si lo viera! -respondió este, parándose a la puerta de su casa-. ¡Y qué bruto es! Conque, hasta mañana, compañero. Que le sienten a usted muy bien las uvas.

-Hasta mañana, si Dios quiere... Que pase usted muy buena noche.

-¡Buenas noches nos dé Dios! -rezó el penitenciario, ya desde el portal, que por más señas tenía farol y Virgen.

Y llamó a la aldaba.

Una vez solo en la calle, el otro canónigo (que era más ancho que alto, y que parecía que rodaba al andar) siguió avanzando lentamente hacia su casa; pero, antes de llegar a ella, cometió contra una pared cierta falta que en el porvenir había de ser objeto de un bando de policía, y dijo al mismo tiempo, pensando sin duda en su cofrade de coro:

-¡También te gusta a ti la señá Frasquita!... ¡Y la verdad es -añadió al cabo de un momento- que, como guapa, es guapa!

* tener sentado alguien en la boca del estómago = jemanden nicht ausstehen/riechen können

* la pelotera conyugal = die eheliche Auseinandersetzung (Knatsch)

* la comadre = die Busenfreundin, die Hebamme

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XIV

Los consejos de Garduña

Entretanto, el Corregidor había subido al Ayuntamiento, acompañado de Garduña, con quien mantenía hacía rato, en el salón de sesiones, una conversación más familiar de lo correspondiente a persona de su calidad y oficio.

-¡Crea Usía a un perro perdiguero* que conoce la caza! -decía el innoble alguacil-. La señá Frasquita está perdidamente enamorada de Usía, y todo lo que Usía acaba de contarme contribuye a hacérmelo ver más claro que esa luz...

Y señalaba un velón* de Lucena, que apenas si esclarecía la octava parte del salón.

-¡No estoy yo tan seguro como tú, Garduña! -contestó don Eugenio, suspirando lánguidamente.

-¡Pues no sé por qué! Y, si no, hablemos con franqueza. Usía (dicho sea con perdón) tiene una tacha* en su cuerpo... ¿No es verdad?

-¡Bien, sí! -repuso el Corregidor-. Pero esa tacha la tiene también el tío Lucas. ¡Él es más jorobado que yo!

-¡Mucho más! ¡Muchísimo más!, ¡sin comparación de ninguna especie! Pero en cambio (y es a lo que iba), Usía tiene una cara de muy buen ver..., lo que se dice una bella cara..., mientras que el tío Lucas se parece al sargento Utrera, que reventó de feo.

El Corregidor sonrió con cierta ufanía*.

-Además -prosiguió el alguacil-, la seña Frasquita es capaz de tirarse por una ventana con tal de agarrar el nombramiento de su sobrino...

* perro perdiguero = Jagdhund

* el velón = mehrflammige Öllampe

* la tacha = der Makel

* la ufanía = Stolz, Zufriedenheit

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